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Los misterios del Monte Tláloc y la montaña fantasma

Al oriente del Estado de México, en la frontera que divide a los municipios de Texcoco e Ixtapaluca se levanta una misteriosa montaña de 4120 metros de altura: el Monte Tláloc.

El misticismo que envuelve a este monte de la Sierra Nevada se remonta a la época prehispánica, específicamente a la celebración del Huey tozoztli o gran vigilia.

Esta celebración correspondía al cuarto mes del calendario mexica y estaba dedicada especialmente a Centeótl, dios del maíz, así como a Tláloc y sus ayudantes, los Tlaloques.

La procesión al Monte Tláloc
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Calzada hacia el templo de Tláloc / Foto por Miguel Angel Huicochea / cc by-sa 2.0/ Flick

Uno de los rituales más importantes para celebrar el Huey tozoztli era la  peregrinación que hacía el tlatoani mexica hasta la cumbre del Monte Tláloc, donde se creía que moraba el dios de la lluvia.

También acompañaban al tlatoani los gobernantes de Texcoco, Culhuacán, Xochimilco y Tlacopan. Pensando en la importancia de estos personajes, no es difícil imaginar lo fastuosa que resultaba aquella procesión.

En la cima del Monte Tláloc se encontraba un templo, del que aún sobreviven algunos vestigios, dedicado al dios de la lluvia.

La entrada de los mexicas al adoratorio iniciaba caminando sobre una calzada de 150 metros de largo delimitada por un amurallado que desembocaba en un una plaza rectangular con adoratorios y zonas de descanso .

De acuerdo con las crónicas de fray Diego Durán, el recinto que resguardaba la figura de Tláloc estaba construido con cantera y cobijado por un tejado de madera.

Alrededor de la escultura del dios de la lluvia se encontraban figurillas representativas de sus ayudantes los Tlaloques, quienes cumplían la función de derramar el agua sobre la tierra y hacer temblar el cielo con sus rayos.

Las figuras de los Tlaloques también representaban cada una de las montañas que se divisan en el horizonte desde este punto.

La montaña fantasma
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Amanecer visto desde el Monte Tláloc / Foto por Miguel Angel Huicochea / cc by-sa 2.0/Flickr

El Monte Tláloc, además de su gran importancia arqueológica, cuenta con una ubicación muy especial. Desde su cima se aprecia un efecto visual impresionante en conjunto con otros volcanes: el Pico de Orizaba, La Malinche y Sierra Negra.

Durante el amanecer del 9 y 10 de febrero, el sol se levanta sobre la cúpside de La Malinche y al día siguiente lo hace sobre el Pico de Orizaba.

Este fenómeno óptico, visto desde el Monte Tláloc, parece alinear y convertir en una sola montaña a los tres volcanes; como si se tratara de una montaña fantasma que desparece tan pronto termina el fenómeno.

Este acontecimiento también ha sido estudiado desde el punto de vista de la Arqueoastronomía, pues el movimiento del astro rey sobre estas montañas coincidía con los nemontemi o días vacíos.

Los nemontemi eran los últimos cinco días del calendario mexica, aunque también estaban presentes en otros calendarios como el maya.

Era un periodo de incertidumbre y preocupación, pues no se sabía con certeza lo que deparaba el destino del nuevo año.

Por esta razón, durante los nemontemi se ofrendaba a los dioses para pedir su amparo y el nacimiento de un buen año. Los rituales en honor a Tláloc y el dios del maíz entraban en estos días vacíos.

Fuentes:

México Insólito, Febrero, 2018.

Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme. Edición de 1867. México: Imprenta de J.M. Andrade y F. Escalante.

Revista Arqueología Mexicana

Exposición Los guerreros del Monte Tláloc – INAH

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